miércoles, 17 de abril de 2013

Venezuela: ¿Lo importante es ganar?

Frente a las recientes elecciones de Venezuela espero que logremos en el movimiento nacional, popular y de izquierda de Argentina hacer un fructífero debate y un buen análisis. En estas horas, aparece la necesidad de reafirmar el triunfo de Nicolás Maduro como un hecho fundamental para el proceso de cambios iniciado por Hugo Chávez no solo en Venezuela, sino en todo Latinoamérica, cuando reinaba la noche negra del neoliberalismo que tantos sufrimientos trajo para los trabajadores y los pueblos de nuestros países. Venezuela ha sido - y por suerte seguirá siendo - expresión de solidaridad con los pueblos del Continente, con sus luchas y con sus necesidades, y actor principal de transformaciones positivas para su país y nuestra región. Estoy convencido de que Nicolás Maduro será un incansable trabajador por la integración regional con un sentido de progreso; así ha sido hasta ahora y pienso que esa es una de sus convicciones básicas. Maduro ganó por casi por el 2% de los votos, suficientes en una democracia para gobernar, más cuando en una elección fuertemente polarizada más de la mitad de los votantes lo ha elegido. Dicho esto digo que esperaba una diferencia mayor. No desconozco la fuerte campaña de la derecha, la unificación de sus energías en una solo candidato, los intereses del poder concentrado venezolano y mundial por hacer cundir un escarmiento que ponga fin no solo a la revolución bolivariana sino a todos los procesos nacionales, populares, democráticos y de izquierda que han proliferado en el continente con gestiones sumamente exitosas en la lucha por la inclusión social y política de los pueblos de la región. Mi reflexión transita por la idea de si somos el 50% de nuestros pueblos, si ese es nuestro techo o si podemos sin arriar banderas pensar en construir mayorías más amplias. Me niego a pensar que hay tanta derecha, tantos neoliberales. Hemos visto que el poder concentrado mediático a dado batalla pero me pregunto si ese éxito no se basa en algunos errores nuestros. ¿Seremos capaces de recuperar la capacidad de análisis crítico y autocritico en el movimiento popular sin pensar que eso es beneficioso para la derecha? Es que si no lo hacemos, creo que sí la derecha saldrá beneficiada. No estoy planteando un debate a tontas y a locas, tan típico y destructivo en las experiencias de las izquierdas; estoy diciendo que no nos debemos conformar, que el conformismo es la defensa del estatus quo y eso no es de revolucionarios. No es buena la burocratización y es lógico que se dé después de cierto tiempo de gestión. Es posible que aparezcan focos de corrupción y corruptelas si no hay claros mecanismos de control social sobre las instituciones y cierta permisividad de la superioridad burocrática. Son muy buenos los liderazgos fuertes para los procesos de cambio, liderazgos construidos desde la convicción y la prepotencia de trabajo; pero también desde la construcción democrática y colectiva, ya que necesitamos también decenas de miles de líderes para que las transformaciones no se detengan; en eso habrá siempre lucha entre lo nuevo y lo viejo, en esto no me refiero a cuestiones de edad, sino de ideas. ¿Cuánto de nuevo y cuánto de viejo hay en ese 50% que no nos acompaña, cuánto de demanda que podríamos ponernos a la cabeza para resolver? Nuestros límites deben ser los contenidos; nada que afecte la integración para el desarrollo y la inclusión de nuestros países; nada que afecte el derecho de organizarse y reclamar de nuestros pueblos; nada que nos impida avanzar en una mejor distribución de la riqueza; nada que afecte las libertades democráticas; nada que afecte nuestros derechos a vivir en un mundo ecológicamente sustentable; nada con los que quieran retardar la igualdad. Pienso en que podemos construir mayorías más amplias sin resignar definiciones ni objetivos. Eduardo Sigal Dirigente del Partido Frente Grande Presidente de la Fundación Acción para la Comunidad Ver extracto de este artículo en el diario Tiempo Argentino