sábado, 23 de junio de 2012

El futuro del Mercosur

El Mercosur fue concebido en los ´80 bajo un enfoque dedicado a desarrollar procesos de paz y democracia en la región. Diez años después se constituyó formalmente, ya en pleno apogeo del Consenso de Washington y de las ideas del neoliberalismo, y sus documentos constitutivos –los tratados que le dieron origen- están signados por esa impronta de época. Por lo tanto, su eje central pasa por el comercio, su meta es la libre circulación de bienes y servicios, pero no se ocupa del tema producción. Es precisamente esa carencia la que fuimos ajustando con el nuevo siglo -Producción. Medio Ambiente. Recursos Naturales- amparando su defensa integral e intentando garantizar una mayor participación de la sociedad civil en las definiciones. De modo que el Mercosur, como suele decir el Presidente Mujica, fundó un espacio de “carácter fenicio” por cuanto todo se medía en función de lo que te compro y te vendo, cuánto me queda y el resto no interesa. Ese era el razonamiento de los ’90. Razonamiento tan equivocado que aunque el comercio haya crecido, los países se fueron a pique. Desde 1991 a 1998 las exportaciones argentinas al interior del bloque crecieron en un 280% y sin embargo fue el período en el que más empresas cerraron y cuando más creció el número de desocupados. De manera que si bien el comercio se acrecentó, nuestra producción se fue “primarizando”. Y cuando ello ocurre, como sucedió, no hay valor agregado ni generación de empleo de calidad, no se desarrolla la ciencia ni las tecnologías vinculadas a los procesos productivos. “De ahí que nuestra mirada debe ir más lejos. No debe concentrarse sólo en la marcha del comercio, que de por sí es una gran palanca de crecimiento pero no lo es todo. Esa fue una de las grandes falacias que nos inculcó Estados Unidos y su necesidad de ampliar su horizonte comercial con las cuatro letras –ALCA- que definían su ambición: El libre comercio de las Américas”. Comercio y Producción Adecuar el Mercosur a las necesidades del siglo XXI – sostiene Sigal- requiere “pensar en otras variables. Esencialmente en la producción”. En la integración productiva. En el desarrollo de nuestras cadenas de valor; en la complementariedad de nuestras industrias. “Eso es lo que hace indestructible a los procesos de integración”. Y para ello, en primera instancia, es menester arbitrar “una política que privilegie el equilibrio entre las economías de mayor rango –Brasil y la Argentina- hacia las economías de menor desarrollo, en tanto deberíamos trazar una política más permisible y solidaria hacia el desarrollo industrial de Paraguay y Uruguay”. Ocurre que no hay posibilidades de sostener un proceso de integración sin un desarrollo industrial y científico / tecnológico armónico entre todos los países, así como no puede haber una verdadera integración entre un Brasil industrial y una Argentina agropecuaria. Nuestro país no lo acepta. En igual medida, si no consideramos estas cuestiones como política de los grandes hacia las economías más pequeñas, y en consecuencia no ayudamos a equilibrar nuestras asimetrías, el camino hacia la integración no se va a profundizar. Lea aquí el artículo completo publicado en la revista Informe Industrial.

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