jueves, 30 de junio de 2011

El Mercosur, lejos de la ficción



Por Eduardo Sigal
Ex Subsecretario de Integración Económica
Presidente del Frente Grande


El sábado 4 de junio, Alcadio Oña publicó en Clarín una nota titulada “La puja con Brasil, otra prueba de que el Mercosur es casi una ficción”.
Desde el titulo, uno puede adivinar la intención del comentarista, que dice basar sus comentarios en una investigación del diputado nacional Claudio Lozano.
En primer lugar, quiero dejar sentado que en mi opinión la política de integración de la Argentina, ha sido, es y debe seguir siendo una política de Estado. Necesitó y necesita seguir contando con el mayor nivel de consenso posible para que su desarrollo se prolongue en el tiempo, dado que las cuestiones trascendentes como la política de integración regional exceden normalmente uno y a veces varios períodos de gobierno.
¿Quiere decir esto que son políticas asépticas, desideologizadas? No, todo lo contrario. Y si no, veamos que pasó en la Argentina post dictadura, desde 1983 al presente.
Las conversaciones y acuerdos de Alfonsín-Sarney, en los 80, que dieron lugar al consenso inicial de los gobiernos de Brasil y Argentina, apuntaron inicialmente a establecer un acuerdo político que garantizara la paz y la democracia en la región. ¿Esos objetivos, se cumplieron o no? ¿Serán una ficción? ¿O carentes de importancia? ¿Qué pensará el diputado Lozano sobre esto?
Cuando se formalizó el nacimiento del Mercosur, en 1991, ya vivíamos el apogeo de la década menemista y del Consenso de Washington. ¿Pensará el comentarista que el clima de época no incidió en el Tratado de Asunción, que posee una fuerte impronta neoliberal? No obstante: ¿Esa carga ideológica debe ser inamovible o, por el contrario, debería pasar por un análisis crítico y ser afirmado en parte y rectificado en otros aspectos? ¿No será ese un Mercosur pensado con mucho mercado, poco Estado y escasa institucionalidad? Yo creo que sí. Por lo tanto, el tratado, al que hace tanta referencia Oña como una verdad revelada, para mí ha pasado parcialmente las pruebas de la vida de nuestros países y hoy el Mercosur es y seguirá siendo una realidad en construcción, como son todos los procesos de integración en el mundo, de cara a los desafíos de cada época histórica en que se desarrollan.
En lo que va del siglo, y después de enormes crisis en nuestros países, como la de Brasil en 1999 y la de Argentina en 2001, el Mercosur sigue buscando ser , a la vez, una práctica de integración y también un permanente replanteo sobre las dimensiones de esa integración. Nadie niega la importancia del comercio, pero hemos incorporado otras dimensiones que creemos que hay que tener en cuenta, como por ejemplo el valor agregado en nuestra producción y el empleo de calidad. ¿Será casualidad, o una ocurrencia de los gobiernos de turno? ¿O será que después de haber tenido casi 27% de desocupados en nuestro país hemos aprendido que no hay integración sin trabajo? Comercio sin trabajo es, en la mayoría de los casos, síntoma de primarización de la economía. ¿Acaso no ocurrió eso en los 90?
Hablando de esa década: ¿Sabrá el señor Oña cuánto era el comercio entre nuestros países cuando se creo el Mercosur? Diez veces menos que el actual. Este año seguramente se aproximará a los u$s 40.000 millones. ¿Habrán observado el señor Oña y el diputado Lozano el valor agregado en nuestro intercambio, que es básicamente de manufacturas, tanto de origen industrial como agropecuario? ¿Se habrán dado cuenta de la diferencia con el carácter primario de nuestro intercambio previo al Mercosur y a la década del 90? ¿Pensó señor Oña cuánta gente tiene trabajo digno con este intercambio? Si no lo hizo, sería bueno que hiciera un ejercicio de responsabilidad antes de descalificar al Mercosur.
El artículo dice, por otra parte, que la ambiciosa integración regional es cuanto menos pobre; y la salida al resto del mundo, también. Y que el grueso de nuestra oferta exportadora está constituida por productos muy basados en recursos naturales, tanto primarios como industrializados. Yo me pregunto: ¿Qué quiere que vendamos? Sin duda, un paso importante fue pasar de productos primarios a manufacturas agropecuarias e industriales de, cada vez, mayor valor agregado. Por supuesto que todo lo que logremos en esa dirección será importante y positivo, pero no pidamos lo imposible. Construyamos ese camino, y yo creo que en eso estamos, como lo demuestran las cifras de evolución del comercio exterior argentino.
¿Hay problemas y déficit en el proceso de integración? Por supuesto, y sería muy bueno que pudieran madurar las condiciones para avanzar en la coordinación macroeconómica, como usted bien dice, como también reducir las brechas estructurales y las asimetrías que producen. Si avanzamos en ello, seguramente se facilitaría la libre circulación que tanto le preocupa.
Yo creo además que no hay integración sin voluntad y decisión política, y no hubiéramos avanzado sin la actitud integracionista de Lula da Silva y Néstor Kirchner unos años atrás, y de Dilma Rousseff y Cristina Fermández ahora. ¿Reconocer esos liderazgos significa dejar a los países con economías de menor desarrollo relativo fuera del poder decisorio, como usted dice en su nota, o en cambio reconocer que sin una alianza estratégica entre Argentina y Brasil no podríamos resolver el desarrollo de la política de integración, como yo creo?
¿Sabe usted que en estos años se estableció un fondo de convergencia estructural de u$s 100 millones anuales sin reintegro principalmente para combatir las asimetrías en Paraguay y Uruguay, y que lo aportan en un 97% Brasil y Argentina?
¿Qué opina, señor Oña, de la decisión de los dos Países de establecer un mecanismo que permite el comercio con monedas locales, sin tener que recurrir al dólar? ¿Es o no un avance en la relación entre nuestros países? ¿Será que le molesta que busquemos de esa manera un mayor grado de independencia respecto del sistema hegemónico mundial?
Usted hace referencia, además, a la incorporación, aún inconclusa, de Venezuela al Mercosur, y dice que resulta probable que persista la situación por la falta de aprobación del Parlamento paraguayo del protocolo de integración de Venezuela. Eso es objetivamente así. No me queda claro que opina usted al respecto. Yo sí quiero decirle que para mí sería un enorme aporte a la integración que se apruebe el protocolo, ayudaría a desarrollar la complementación entre nuestras economías.
¿Sabrá usted que en estos años incorporamos distintos mecanismos para la participación de la sociedad civil como actora del proceso de integración? También lo hemos hecho para que la ciudadanía pueda participar a través del voto en la elección de parlamentarios del Mercosur, y de esa manera que sea el pueblo, en debate y elección de sus representantes, los que discutan, participen y resuelvan sobre cómo debe ser la integración regional.
La reforma institucional del Mercosur debe profundizarse, pero el haber elegido un alto representante y en lo inmediato poder avanzar hacia un cuerpo colectivo a su alrededor, seguramente nos ayudara a seguir en ese camino.
¿Tener un código aduanero acordado mejorará o no la circulación de bienes? Yo estoy convencido que será así. ¿Usted que opina al respecto? ¿Será eso lo que usted define como un Mercosur que se acerca a la ficción?
Bueno, señor Oña, podríamos seguir hablado y polemizando pero confío que la teoría y la práctica vaya en camino inverso a su agorera visión del Mercosur como “una ficción”. Lo hago, no desde un deseo voluntarista, sino desde una visión sobre los desafíos que nos impone a los países en desarrollo la evolución de este mundo global.

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